Hay una melodía que aprendí hace algunos años cuando viajé a las Filipinas en un viaje misionero. Mi iglesia estaba enviando a un grupo de personas a ministrar en las diferentes iglesias de Manila y formé parte de ese equipo.

Esa experiencia marcó mi vida en algunas áreas. Allí conocí a mi esposo. Él estaba en el mismo grupo de mi iglesia que viajó. Él es americano y aunque no tuvimos contacto diario durante el tiempo que estuvimos allí, porque fuimos asignados a diferentes iglesias, Dios ya tenía planes con nosotros.

Para hacerte el cuento corto, la manera como nos conectamos, mi esposo y yo, fue el único día de descanso que tuvimos. Todo el grupo se reunió para ir a un sitio muy famoso en las Filipinas, conocido como Pagsanhan Falls (Las cascadas de Pagsanhan).

Para poder ver las cascadas teníamos que ir en una canoa en el río y mientras vas en esa canoa, conducida por una persona local, se puede observar la belleza de este sitio. A mi esposo y yo nos tocó ir en la misma canoa (solitos, sonrisa). Bueno, acompañados del hombre que la conducía. Este fue el inicio de una relación que ha durado más de 25 años de casados y a la que Dios ha bendecido de muchas maneras.

Recuerdo en aquel tiempo, que llevé una radio para tocar un cassette de música crisitana.  Lo había comprado el día anterior. Si eres muy jovencita y no sabes que es un cassette. Te explico. Es como lo que ahora llamamos un CD para escuchar música. Si no sabes lo que es CD, entonces iTunes (sonrisa). Allí había una canción grabada que se titula: «Bajo la sombra de sus alas» (In the Shadow of your Wings de Maranatha Music).

Mientras íbamos en esa canoa se podía observar las grandes montañas y el sonido de esas cascadas impesionantes. No he podido olvidar el paisaje acompañado de esa melodía porque su mensaje es el mismo del Salmo 91.

Este Salmo nunca ha tenido mayor significado que en la época cuando he necesitado esconderme y protegerme bajo la sombra debajo de sus alas. El Salmo 91: 1-2 dice:

«Los que viven al amparo del Altísimo
encontrarán descanso a la sombra del Todopoderoso.
Declaro lo siguiente acerca del Señor: Solo él es mi refugio,
mi lugar seguro;  él es mi Dios y en él confío»
Salmos 91:1-2 (NTV)

Este es el sitio en donde nos queremos quedar, porque allí hay refugio y protección en medio de cualquier situación adversa.

Algo que recientemente Dios trajo a la luz es lo que estaba leyendo en Génesis 26 hace unos días. Allí pude ver algo interesante que saltó a mis ojos. En medio de la oposición, rechazo y aunque no todo era malo para Isaac, él confió en la promesa hecha a su padre Abraham. Dios quiere darte una palabra de aliento a ti hoy.

Es la historia de Isaac en el territorio de Abimelec. Isaac había prosperado mucho y Abimelec le ordenó a Isaac que se fuera de la región porque se había vuelto muy poderoso. Isaac se fue y se estableció en Gerar.

Cuando llegó allí, Isaac abrió los pozos de agua que su padre Abraham había cavado y que los filisteos habían tapado después de su muerte. Hay una enseñanza interesante allí. Obviamente lo que Abraham empezó no terminó con su muerte. Dios había hecho una promesa que la cumpliría de generación en generación. Luego llega Isaac, hijo de Abraham, para continuar y ver lo que Dios le había prometido hecho realidad. Aquí está la promesa de Dios a Abraham:

«Haré que tus descendientes sean tan numerosos como las estrellas de los cielos, y les daré todas estas tierras. Y mediante tu descendencia, todas las naciones de la tierra serán bendecidas. Yo haré esto porque Abraham me escuchó y obedeció todos mis requisitos, mandatos, decretos e instrucciones». Entonces Isaac se quedó en Gerar» Génesis 26:4-6

Isaac decidió reabrir esos pozos que su padre había cavado. Pero mientras lo hacía, hubo oposición. Por esta razón, al primer pozo que quiso reabrir lo nombró Esek que significa «disputa». Lo mismo sucedió con el segundo pozo, al que llamó Sitna que significa «hostilidad».

Cuando Isaac abrió el último, no hubo discordia por esto lo llamó Rehobot que significa «espacio abierto». Allí en el verso 22 vemos la razón por la que lo llamó así: «Al fin el Señor ha creado espacio suficiente para que prosperemos en esta tierra».

Estas palabras de Isaac resuenan en mi oído en estos momentos. Te digo por qué. Porque tengo cosas que espero de Dios. Cosas que deseo que Él se levante a poner en órden. Cosas que son deseos de mi corazón que aún no he visto hechos realidad. Promesas en las que estoy cofiando.

Las palabras de Isaac me hablan de espera, quizá una larga espera… ¡Al fin!. Después de muchos contratiempos, Dios le dio a Isaac lo que esperaba. Un lugar para ser fructífero, lo cual era la promesa de Dios a su padre Abraham y que continuó con él.

Quiero hacerte una pregunta y me la hago al mismo tiempo: ¿En qué situación te encuentras hoy que parece una oposición tras otra? A lo mejor, te desanimas al pensar que Dios no llegará a tiempo o que se está tardando mucho. Quizá, tú también, como yo, quieres decir con ansias: ¡Al fin!

Quiero animarte con la promesa que Dios nos hace en medio de cualquier espera, oposición, abandono, frustración, dolor, pérdida, enfermedad o una situación inesperada. Dios te recuerda que Él siempre llegará a tiempo. Reafirma tu fe en Él hoy y dile en oración. Señor:

 «¡Tú, Dios mío, me amas, y saldrás a mi encuentro!»
Salmos 59:10 (TLA)

Oración: Gracias Dios por tu amor que sobrepasa nuestro entendimiento. Tú nos amas tanto que estás trabajando por nosotros aún cuando todo está en silencio. Queremos quedarnos bajo la sombra de tus alas porque hay seguridad y protección para nosotras. Gracias porque eres un Dios fiel y que cumple sus promesas. Tú saldrás a nuestro encuentro. Ayúdanos a aprovechar esta espera conociéndote más de cerca y experimentando tu presencia en nuestras vidas. En el nombre sobre todo nombre de Jesús, Amén.

Deja un comentario y dime ¿qué es lo que Dios te ha dicho a ti con esto?

 

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