El año que termina nos dejo con recuerdos inolvidables. Muchos de nosotros no podemos esperar que se termine para poder empezar de nuevo.
Esto es lo que precisamente un nuevo año comunica: Un nuevo comienzo.
¡Cuánta gente lo espera! Muchos lo miran con esperanza. La esperanza de que mañana será mejor está latente y es algo con lo que contamos y lo que nos ayuda a ver las cosas con nuevas expectativas y a no tirar la toalla.
Nadie se imaginó algo como lo que vivimos. Las limitaciones, las pérdidas, la desesperación, frustración y el aislamiento han tenido repercusiones de toda índole en nuestras vidas. Es como si de repente alguien nos mandó a nuestro dormitorio porque nos portamos mal y nos dijeron: «Piensa cómo puedes mejorar tu comportamiento».
El tiempo empleado en pensar de cómo salir adelante ha estado en la mente de muchos. Hemos creado nuevas maneras de progresar. Para los están afectados en salud, lo económico o en diferentes relaciones, hemos aprendido mucho.
Te pregunto: ¿Qué vas a hacer con lo que aprendiste?
He estado meditando mucho en la palabra aprender. Es que para aprender tenemos que haber sido enseñados. Vamos a la escuela para aprender. Tomamos un curso para aprender. Asistimos a un seminario para aprender. Hacemos un estudio bíblico para aprender. Leemos un libro para aprender. Somos estudiantes que aprendemos si hacemos lo anterior mencionado. No se puede aprender de otra manera. Alguien dijo lo siguiente:
«Si no estás aprendiendo, estás muriendo»
Te pregunto: ¿Estás aprendiendo? Porque si no lo estás haciendo, estás muriendo.
En el capítulo cuatro de Éxodo, hay un hermoso relato y conversación entre Dios y Moisés. Es el momento cuando Dios llamó a Moisés para que sacara a su pueblo Isarel de Egipto. El pueblo de Israel vivía en cautiverio y Dios escuchó el clamor de ellos para ser liberados. Lee conmigo este relato:
10 Pero Moisés rogó al Señor: —Oh Señor, no tengo facilidad de palabra; nunca la tuve, ni siquiera ahora que tú me has hablado. Se me traba la lengua y se me enredan las palabras. 11 Entonces el Señor le preguntó: —¿Quién forma la boca de una persona? ¿Quién decide que una persona hable o no hable, que oiga o no oiga, que vea o no vea? ¿Acaso no soy yo, el Señor? 12 ¡Ahora ve! Yo estaré contigo cuando hables y te enseñaré lo que debes decir.
Fíjate en lo que Dios le dijo al final del verso 12: «te enseñaré lo que debes decir». Dios no le dijo, te voy a dar una visión para que veas lo que debes decir, o te voy a dar por escrito lo que debes decir. Le dijo: «Te voy a enseñar lo que debes decir». Más adelante en el mismo capítulo los versos 13-15 la conversación continúa, lee conmigo:
13 Pero Moisés suplicó de nuevo: —¡Te lo ruego, Señor! Envía a cualquier otro. 14 Entonces el Señor se enojó con Moisés y le dijo: —De acuerdo, ¿qué te parece tu hermano Aarón, el levita? Sé que él habla muy bien. ¡Mira! Ya viene en camino para encontrarte y estará encantado de verte. 15 Habla con él y pon las palabras en su boca. Yo estaré con los dos cuando hablen y les enseñaré lo que tienen que hacer.
Fíjate ahora lo que Dios dice: «Les enseñaré lo que tienen que hacer». Me parece muy interesante ver cómo Dios, no está interesado en simplemente darnos lo que le pedimos. Dios está más interesado en enseñarnos en el proceso, antes de recibir eso que queremos. Hay un versículo que viene a mi mente en este momento y está en Jeremías 33:3 que dice:
«Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré
cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (RV)
Aprendí este versículo de memoria en la versión Reina Valera. Se refiere a nuestro tema. Dios no está interesado en darte lo que le pides, aunque no dudo que puede hacerlo. Pero más que cualquier cosa, Dios quiere enseñarte. Su respuesta llega con enseñanza en otras palabras. Muchas veces hemos tomado este versículo y lo hemos repetido como si fuera una fórmula para obtener de Dios lo que queremos. Tengo noticias para ti: ¡No lo es!
La oración es un instrumento poderoso para que entablemos una relación de aprendizaje con Dios. Mientras más pido, más Dios me enseña. En mi libro Muéstrame el Camino, te hablo mucho de esta jornada de aprendizaje con Dios a medida que caminas con Él día a día. Basado en el Salmo 25, en este libro te explico cómo Dios quiere enseñarte en los momentos críticos de tu vida. Este año ha sido uno crítico para ti y para mi, ¿verdad? ¿Qué aprendiste?
No es cuestión de venir con la lista de peticiones de oración de lo que queremos que Dios haga. Tampoco es pedir oración a otros. Más bien, tenemos que hacer la lista de las cosas que queremos que Dios nos enseñe. Porque allí radica tu éxito en la vida. Allí radica tu felicidad en lo que emprendas. Ese versículo que tú y yo tenemos memorizado. Que nos gusta tanto repetirlo del Salmo 37:4, tampoco es una fórmula. Lee conmigo:
«Deléitate en el Señor, y él te concederá
los deseos de tu corazón»
Esa palabra «deleítate» en el Hebreo es la palabra «anog». Como verbo: «anag» significa entre otras cosas: refiriéndose a una mujer: «Mantenerse limpia y ordenada». Como adjetivo «anog» se refiere a: «Una persona refinada, suave, ordenada y limpia en vestidura y comportamiento». (Word Biblical Commentary of the OT, 6026, 6028, Traducido).
Entonces no está diciendo que deleitarse es cantar coros o himnos. O, llevar la Biblia a la iglesia para abrirla sólo los Domingos. O, ver una foto con un versículo en Facebook o Instagram para ponerle un «Me Gusta». Deleitarse es aprender a vivir como Dios quiere que vivas.
¡Dios quiere enseñarte a hacer esto!
Dios quiere que aprendas cómo mantenerte limpia y ordenada en un mundo donde abunda el desorden y la contaminación. Creo que esto es crucial para nosotras antes de empezar el nuevo año. Porque si quieres ser una mujer que aprende de Dios, para deleitarse en Él durante el nuevo año, esta es LA MEJOR PETICIÓN que puedes hacer hoy y durante el año, repite conmigo: ¡SEÑOR ENSÉÑAME!
Esta es LA PETICIÓN que Dios siempre contesta. Dios quiere enseñarte a vivir la vida. La manera de aprender de Dios, no es yendo a las redes sociales para ver las fotitos y escuchar lo que «otros» quieren decirte «sobre» Dios. Más bien, es buscando que Dios te enseñe a través de Su Palabra.
Te pregunto: ¿Quieres que Dios te enseñe en el nuevo año?
Empieza por LEER, ESTUDIAR, MEMORIZAR Y APLICAR Su Palabra. Haz de su Palabra tu LEMA de vida. Esto es lo que hacemos aquí en el Proyecto LEMA para ayudarte. Porque es en Su Palabra en dónde está la sabiduría que Dios quiere darte para vivir. Es allí en dónde Él quiere enseñarte cómo vivir limpia y ordenada para que las cosas te salgan bien.
Te invito a memorizar esta oración antes de empezar el nuevo año. Repítela durante el próximo año en tus tiempos a solas con Dios. Pídele esto, y verás como te contesta enseguida.
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